En el evangelio de este domingo (Mateo 15: 21-28), la mujer cananea se atreve a acercarse a Jesús. Ella es una mujer y una gentil. Ella tiene una hija enferma. Por la costumbre y la práctica de la época, ella no debería atreverse a acercarse a Jesús. Culturalmente, ella no tiene derecho a esperar compartir en el ministerio de Jesús. Culturalmente debería permanecer invisible y no decir nada.
En cierto nivel, la mujer cananea es como muchas personas en nuestro mundo de hoy. Ella es como todas las mujeres que se les niega un lugar igual en la mesa. Ella representa a aquellos que están luchando para cuidar a otros (niños, familia, padres, etc.) y no tienen los medios para hacerlo como quisieran. Ella es como todos los padres que no pueden obtener una buena atención médica para sus hijos. Ella representa a aquellos que se quedan fuera debido a su origen nacional o étnico. Ella nos recuerda a aquellos de nosotros que están intimidados por la autoridad religiosa, política o económica.
En otro nivel, la mujer cananea nos recuerda a aquellos que toman el valor de hablar a pesar de todos los mensajes culturales para callarse y aceptar su sufrimiento. Ella modela a una mujer que está dispuesta a hablar a la autoridad. Ella representa a los que siguen hablando por la justicia y los derechos humanos básicos. Ella representa a aquellos que no se rinden.
Jesús está afectado por este increíble encuentro. Él alaba a su fe. Su hija está curada. La experiencia de Jesús parece apuntar a la posibilidad de la conversión y la posibilidad de ayuda para aquellos que están en necesidad.
El Evangelio inspira a la gente a tener la libertad y el coraje de hablar y actuar por sus derechos. El Evangelio es acerca de la liberación y la transformación. La mujer habla. Su hija está curada. Tanto ella como Jesús han cambiado. La profecía de Isaías se cumple. En la montaña de Dios hay una reunión de gente de todas las muchas naciones que disfrutan de la justicia y la paz.
Apuntes Pastorales