La pregunta sobre las mentes de los seguidores de Jesús, en los días oscuros y confusos inmediatamente después de la ejecución de Jesús a manos de los soldados romanos y la instigación de las autoridades de Judea, probablemente no es tanto “¿seremos los próximos?” sino, “¿cuánto tiempo crees que podemos durar?”
Ese miedo totalmente comprensible mantiene a los discípulos en la clandestinidad – aunque aparentemente no Tomás, ya que no está con aquellos acurrucados en la habitación cerrada cuando Jesús les aparece. Y así, Tomás no ve a Jesús, no experimenta la respiración de Jesús sobre sus seguidores, no recibe la comisión que el Jesús resucitado da a los demás.
¿Pero esto significa que Tomás es menos fiel que los otros discípulos? No. En la aparición del Jesús resucitado que Tomás pierde, Jesús ordena a sus discípulos a salir al mundo, perdonando como él perdona. Tomás no estaba presente para oír esas palabras porque él, a diferencia de los otros, no estaba encerrado en el interior con miedo, pero ya estaba ahí afuera, en el mundo.
Tomás, el discípulo que quiere tocar a Jesús, está consiente de algo.
Si quieres tocar a Jesús, si quieres SABER que Dios es real, que Cristo está vivo y obrando en el mundo, el mejor lugar para estar está en el mundo.
Si Tomás estaba en el mundo, él estaba precisamente en el lugar que Jesús quería que fuera. Si Tomás estaba en el mundo, no necesitaba escuchar la comisión de Jesús a los demás porque ya la estaba siguiendo.
Cuando Jesús respira su espíritu sobre los escondidos al interior, está diciendo: ustedes están siendo enviados, al mundo, y específicamente al quebranto del mundo. Están siendo enviados a tocar esos lugares, a proclamar y participar en la reconciliación y curación que es la obra de Cristo en el mundo. Ustedes están siendo enviados porque USTEDES son ahora el Cuerpo de Cristo, la presencia de Jesús en el trabajo del mundo, llamado y capacitado para hacer lo que hizo, y más.
Si queremos experimentar eso, tendremos que salir de las habitaciones en las que nos encerramos a causa del miedo. Necesitamos hacer lo que hizo Tomás: salir al mundo e insistir en tocar las heridas de Cristo. Cuando tratamos de secuestrar a nosotros mismos y a nuestros hijos lejos del dolor del mundo, los estamos ocultando de la presencia de Cristo. Afortunadamente, Jesús nos sigue, respirando la paz y el poder para salir y tocar los lugares donde el Cuerpo de Cristo todavía está sufriendo.
Hay más de 38 millones de personas infectadas con el VIH. Más de 65 millones de personas desplazados, 7 millones de ellas en Colombia. Una de cada cinco personas en el mundo está tratando de vivir con menos de un dólar (3000 pesos) al día. Una persona de cada siete está tratando de mantenerse con vida sin acceso a agua limpia.
¿Qué puede hacer una persona? No sabemos. Pero sabemos lo que Jesús puede hacer. Podemos leer sobre los signos del poder de Jesús y cómo Jesús usó ese poder en la Biblia. Pero estos signos fueron registrados para no darnos algo para leer mientras esperamos en las habitaciones cerradas y las comunidades cerradas, sino para inspirarnos a experimentar la vida del Cristo resucitado al vivir como el Cuerpo de Cristo en el mundo, tocar, amar, sanar, perdonar en el nombre de Cristo y en la gloria de Cristo.
¡Él ha resucitado! Tomemos las buenas nuevas de Pascua al mundo que nos rodea. Pongámonos en marcha. Amén.