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Reforma: Tradición y Transformación

Los días 12 a 16 de septiembre se celebró el III Congreso de Teología “Reforma: Tradición y Transformación” en las Facultades EST en Sao Leopoldo Brasil en el que participaron: la Pa. Rocío Morales, Vera Morales (Honduras), Xinia Jiménez (Costa Rica), Pa. Concepción Venegas (El Salvador), P. Mario Leiva (Nicaragua) como integrantes de la Red Latinoamericana de la FLM con trabajo en VIH.

Las Conferencias, Mesas Redondas y demás actividades, aportaron contenidos de los cuales la Pa. Rocío destaca algunas ideas principales durante esos cinco días de Congreso que nos desafían a continuar nuestra caminada y trabajo como Iglesia en la Misión de Dios:

El Congreso apuntó para la percepción de Dios y percepción del mundo en estos 500 años de Reforma Luterana en un momento en que el planeta está a punto de colapsar por el pecado estructural que se manifiesta en los avances de la civilización, en donde nada es de gracia y en donde la codicia y violencia hacen parte intrínseca de la sociedad reflejada en los tres estamentos: económico, político y sacerdotal, los cuales según Lutero son las máscaras de Dios para mejorar el mundo, pero que se han corrompido, porque en vez de buscar el mejoramiento de la humanidad, se convierten en la idolatría neoliberal que nos lleva vivir en una lógica diabólica donde las diferencias son equiparadas con inferioridad y superioridad y por ende nos lleva a un trato desigual.

Como Iglesia de la Reforma somos llamadas y llamados a disponernos a mejorar y transformar dicha situación, claro está que esto implica procesos largos acompañados de luchas y sufrimientos, pero precisamente de eso se trata la Reforma; de restaurar la belleza de algo que está en decadencia y de reconstruir vidas que lo han perdido todo, pero todo esto potencializado por la justicia de Dios quien empodera al ser humano al solidarizarse con los que sufren quienes logran resucitar por el poder de su Palabra.

Precisamente Martín Lutero enfatiza en la importancia del mejoramiento del prójimo, el cual inicia a partir de nuestra propia confesión de fe la cual debe ser una confesión transformadora que nos lleva a un servicio transformador (diaconía).  Un servicio caracterizado por el poder que Dios nos otorga, pero no un poder para destruir y dominar, sino un poder para amar y servir y por ende para mejorar y transformar.  Es por ello que la fe no pregunta si hay que hacer buenas obras, sino que antes que surja la pregunta, ella ya las realizó; porque las obras solo deben servir al mejoramiento del ser humano para que estas a su vez se conviertan en alabanza a Dios.

Y es aquí donde entramos a jugar un papel de vital importancia quienes acompañamos a personas en situaciones adversas de violencia, puesto que asumimos un papel de intérpretes que disciernen las historias de vida con las narrativas cristianas que reflejan la violencia que viven las personas en nuestro mundo actual y que nos desafían a amarles, apoyarles y brindarles cuidado integral para iluminar la comprensión de la existencia y razón de ser de cada individuo desde las Escrituras.

Es así que Dios interfiere en la vida de quienes acompañamos y nos capacita para llevar el Evangelio y comunicar su amor y Gracia, no solo de forma inteligente, sino sabia, guiados por el poder de su Espíritu Santo.  Esto permite resaltar el valor de la Teología quien ayuda a poner los pies en el suelo; y a partir de sus reflexiones, humaniza, enseña a ser amigo, a valorizar a la persona en la profundidad de su ser, mejorar su calidad de vida, fortalecer vínculos afectivos y ser instrumentos de paz.

Finalmente en el Congreso se llega a algunas conclusiones donde se destaca nuestro compromiso en el confrontarnos con las diferentes realidades de dolor y sufrimiento para rescatar el poder de la Gracia en esta coyuntura actual marcada por la codicia, la exclusión y la violencia,  contribuir al mejoramiento del ser humano reconociendo que es de fuera para dentro que se define la Misión de Dios en la iglesia; como también, aprender a reconocer la presencia de Dios en la libertad, en el convivir juntos, y juntos y juntas, traspasar las barreras que nos impiden experimentar y disfrutar de la Gracia y del Amor de Dios, para continuar haciendo historia y así contar nuestra historia para volvernos sujetos de esa historia.

Pa. Rocío Morales – ASIVIDA / IELCO